Francisco Magallón - FOTOGRAFÍA DE VIAJE Francisco Magallón - FOTOGRAFÍA DE VIAJE

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EL TSUNAMI (Indonesia)

3 septiembre 2009 Fotos: 50

DOMINGO, 26 DE DICIEMBRE DE 2004. BANDA ACEH LA ZONA CERO. Tras veinte minutos de terremoto, dos olas gigantes, una de veinticinco y otra de sesenta metros, hicieron que esa fecha se convirtiera en del mayor desastre natural de los últimos siglos. Un maremoto que hizo desaparecer ciudades y pueblos enteros. Cientos de miles de muertos, puentes y carreteras cortadas, decenas de kilómetros de escombros. Cuando llegamos, veinticuatro horas más tarde del suceso, miles de supervivientes vagaban sin comida, ni agua. Una población entera que, sin las más mínimas condiciones básicas para vivir, tendría que subsistir en medio de unas calles devastadas. Millones de desplazados buscando entre las montañas de escombros un resquicio de esperanza. Equipos improvisados de salvamento que trabajaban desbordados, intentando recuperar, en un esfuerzo sobrehumano, los posibles restos de vida que, de sus vecinos, se agolpaban por todas partes. Pero no eran capaces de recoger, ni tan siquiera contar, aquella cantidad ingente de cadáveres. El panorama era difícil de contar con palabras, difícil de transmitir con imágenes. Un profundo olor a muerte lo inundaba todo. Sin lugar a dudas, para mi, éste ha sido el episodio más importante y triste de mi vida profesional. Sin agua potable, sin comida y sin un lugar donde dormir, nos encontramos, Almudena Aríza, Andrés Rojano y yo, en un mundo irreal, como si de una película de terror o ficción se tratase pero con la dura convicción de que nos enfrentábamos a una cruda realidad. Nuevos movimientos sísmicos, riesgo de epidemias, montañas de ruinas, maderas y piedras. Enormes fosas comunes improvisadas en cualquier parte que acogían a cientos de cuerpos sin identificar. Un panorama desolador, un contacto muy cercano con una de las caras más duras de la muerte… Pero quienes realmente sufrían eran ellos, que sin acceso a las más básicas ayudas tenían que sobrevivir a aquel espanto. Personas que, con sosiego, nos contaban cómo varios miembros de su familia habían desaparecido tras el horror en apenas unos segundos... allí oímos los testimonios más aterradores de cómo los barcos habían volado disparados estrellándose contra las casas, de los desaparecidos por el golpe de mar, de las búsquedas, de las esperanzas, de un sin fin de tragedias mucho mayores de lo que cuando salimos de Madrid podíamos imaginar.

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